MANCOMUNIDAD Y GASTOS
DE GUERRA – MOSQUETONES Y REGADÍO
A 30 de
octubre de 1936 el Ayuntamiento de la Merindad de Valdivielso celebra un
importante pleno con el orden del día centrado principalmente en los gastos que
le está ocasionando la guerra. Transcurridos poco más de tres meses desde la
sublevación militar, Valdivielso, que siempre estuvo en la llamada «Zona
Nacional», se encuentra en una situación considerada por las autoridades de
Burgos como estratégica, o al menos de riesgo, a causa de la proximidad del
«Frente Norte». Los guardias civiles del Cuartel de Valdenoceda,
junto con las Milicias allí destacadas, han de proteger, y eventualmente
defender, el desfiladero de los Hocinos y el Puente del Aire frente a posibles
incursiones de elementos hostiles al llamado «Alzamiento Nacional». En el acta
municipal del 30 de octubre no se dan muchos detalles sobre ese supuesto peligro,
pero se dice lo siguiente: «El Concejal D. Tomás García y el Secretario de la
Corporación dan cuenta de haber realizado la Comisión que se les confirió,
habiendo concurrido a Burgos, habiéndose entrevistado con las Autoridades
superiores, para ver la manera de atender la Fuerza y Milicias que cuidan el
Cuartel y Puente Nuevo sobre el Ebro, como si sería factible reducir el número
de guardianes permanentes reforzándolo con vecinos de este Valle, forma de
contribuir por este y otros Ayuntamientos a dichas cargas, así como la manera
de obtener dinero del Banco para atender obras y necesidades del municipio, que
todo ello ha de solicitarse de la superioridad.» Tras detallar algunos de los
gastos pendientes, como los ya asumidos para el camino y el puente de Población
(una participación de casi 5.000 pesetas), se acuerdan las gestiones para,
previa autorización de la «superioridad», satisfacer la necesidad de
habilitación de créditos y poder así disponer de otras 5.000 pesetas más para
pagos municipales urgentes.
Acto
seguido, se da la siguiente información: «Reparto: Las suscripciones abiertas
para el sostenimiento de las Fuerzas y Milicias armadas en esta Merindad han
alcanzado la suma de 11.095’00 pesetas». Se aclara a continuación que al
Ayuntamiento solo le motiva un «acendrado patriotismo» y que « sin compromiso y
sin que nadie se lo haya impuesto, desde el 22 de julio último hasta el _ del
actual, ha satisfecho los gastos de dichas Fuerzas y Milicias por pesetas 11.095’00 , suponiendo un esfuerzo si cabe mayor a un
potencial tributario, ya que se trata de un año de mala cosecha, pérdida de
frutos y apedreados varios pueblos de este Municipio.»
Tras un
punto y aparte, y a renglón seguido, se formula la siguiente propuesta: «Por
tales circunstancias, este Ayuntamiento vería con agrado y beneficio de sus
administrados se le relevase de continuar sufragando esta carga; ahora bien, si
ello no fuera factible, se solicita de la Superioridad autorice a los
Ayuntamientos de Merindad de Valdivielso, Los Altos y Valle de Manzanedo para que, constituidos en Mancomunidad, giren en
Reparto en cada Municipio por la cuantía que la mancomunidad señale a dichos
fines, ya que el Puesto de la Guardia Civil, su demarcación, comprende dichos
Ayuntamientos y, si esto no fuera dable, se autorice al Ayuntamiento de esta
Merindad para que haga el Reparto de la cuantía a pagar [por] los gastos que la
fuerza tiene hechos y se calcule pueda hacer.»
Y la
propuesta tuvo tanto éxito que, en menos de una semana, el 5 de noviembre de
1936 se constituía formalmente la Mancomunidad en una reunión celebrada en el
Puesto de la Guardia Civil de Valdenoceda, con la
asistencia de representantes de los tres ayuntamientos y la presencia de don
Eladio Muga, comandante del puesto. Más adelante, el 31 de diciembre, se
celebraba ya la primera sesión de trabajo con toma de decisiones concretas: la
Mancomunidad ya estaba funcionando. A estas reuniones, y a otras posteriores,
que tenían lugar en el Cuartel de la Guardia Civil de Valdenoceda,
asistían siempre dos o tres de los representantes designados por cada
municipio: por el Ayuntamiento de Los Altos fueron designados don Manuel
Merino, don Fidel Alonso y don José de la Peña; por el del Valle de Manzanedo, el alcalde don José Varona, don Valeriano García
y don Pedro Ruiz; por la Merindad de Valdivielso, el concejal don Tomás García
y el alcalde don Maximiliano García. Además, siempre estaba presente el
comandante del puesto de la Guardia Civil don Eladio Muga, y levantaba acta el
secretario del Ayuntamiento de Valdivielso don Manuel García.
No es que
las cosas fueran a resultar fáciles por el mero hecho de haber formado una
mancomunidad. En aquella sesión del 31 de diciembre de 1936, entre los tres
municipios no llegaban a juntar la suma de 9.350’60 pesetas que les reclamaban
las Fuerzas y Milicias por los gastos que durante aquel trimestre les había
ocasionado a ellas «custodiar el Cuartel de la Guardia Civil y Puente sobre el
Ebro en Valdenoceda, y la fábrica de electricidad en Manzanedo, que da luz entre otros Centros a las Oficinas y
los Hospitales Militares…». Los mancomunados alegaron que tan solo podían pagar
6.016’ 96 pesetas a causa de las malas cosechas que durante aquel año de 1936
habían padecido los tres municipios. Valdivielso aportaba 2.870’11 pesetas; Los
Altos, 2.086’35 ptas; el Valle de Manzanedo,
1.060’50 ptas. Total 6.016’96 ptas. El resto, hasta las 9.350’60, ya lo
abonarían cuando pudieran. Además, indicaron que aún tenían pendiente una
entrevista con el gobernador civil en Burgos para ver la forma de distribuir
todo aquel gasto entre los cabezas de familia de sus municipios «con carácter
de exacciones o de impuesto municipal» de la manera más equitativa posible. Hay
que tener en cuenta que, según se menciona en las actas municipales, tanto 1936
como 1938 fueron años malos para las cosechas, y es sabido que en aquel tiempo
en muchas familias faltaban brazos fuertes a causa del reclutamiento masivo de
los jóvenes, y también en algunos casos por encarcelamientos, muertes o fugas.
Por otra parte, la salida de los productos que tradicionalmente se vendían en
Bilbao o en otras localidades del norte estuvo cortada al principio durante
cerca de un año, y luego continuaron las dificultades por las requisas y las
trabas que imponía el racionamiento. Si la situación de la mayoría de los
labradores nunca fue de mucha holgura monetaria, en aquellos años lo sería aún
menos.
No obstante,
lo que está claro es que, con la formación de una Mancomunidad, además de
compartir gastos, tres ayuntamientos juntos podían sentirse más fuertes que si
iban de uno en uno frente a aquellos militares y paramilitares enardecidos por
el espíritu guerrero de la época, y muy bien dispuestos para recaudar dinero a
cambio de gloria para la Patria. En octubre de 1937 la Mancomunidad tuvo que
asumir la compra de un automóvil para el Puesto de la Guardia Civil de Valdenoceda, eso sí, contando con que las fuerzas armadas
se pagarían sus gastos de gasolina, aceite y reparaciones, y que permitirían a
los ayuntamientos hacer uso del vehículo en determinadas ocasiones, abonando
entonces dichos ayuntamientos el coste de la gasolina y el aceite, además de 20
céntimos por kilómetro. Pero, las arcas municipales estaban cada vez más
extenuadas, y a lo que los mancomunados sí tuvieron que negarse fue a sufragar
la construcción de un nuevo cuartel para la benemérita, ya que eso se proponía
en 1938, que volvía a ser un año muy malo para las cosechas. Los ayuntamientos
dijeron que, como mucho, donarían el terreno para la construcción del edificio,
pero nada más.
Y es que
había otros muchos gastos. Las actas municipales dan cuenta de que los ediles
de Valdivielso tenían que personarse en Burgos cada cierto tiempo para entregar
las sumas de dinero correspondientes al subsidio del combatiente, al aguinaldo
del soldado (en las navidades de 1938 se donaron 501’25 ptas),
a los donativos para las «Poblaciones Liberadas» y para los hospitales de
sangre, a la suscripción del Plato Único… ¿Que qué es esto? Pues el Plato Único
consistía en que un día a la semana había que reducir la comida a un solo plato
(aunque algunos de hecho ya la tuvieran reducida) y donar el importe de lo que
supuestamente se ahorraba la familia con este sacrificio patriótico. Y si esto
no llegaba a una cantidad decente, por los pobres tenían que responder las
arcas municipales. Se pusieron muy de moda las suscripciones con talonarios de
papeletas que repartía el Ayuntamiento. En septiembre de 1936, a la suscripción
popular bautizada como «Compra del avión “Burgos”», destinada en realidad a
ampliar y mejorar las instalaciones del aeródromo militar de Gamonal,
Valdivielso contribuyó con un total de nada menos que 1.633 pesetas, de las
cuales 500 las aportó oficialmente el Ayuntamiento, y el resto las Juntas
Locales y vecinos del Valle.
Por lo que
he visto en las actas, sí que, a veces, se intentaba ahorrar un poco. Y es que,
cuando los ediles de Valdivielso se dieron cuenta, en enero de 1937, de que
había que poner un retrato de Franco en la sala de sesiones, decidieron comprar
una foto y «adaptarle» alguno de los marcos que ya estaban colgados en las
paredes. ¿A quién sustituirían? Bueno, el caso es que el culto al dictador les salió barato. Pero, desde luego, la implicación personal
había que mostrarla, y eso se hacía también mediante donaciones «espontáneas» e
individuales, como las que se realizaron en Valdivielso en abril de 1937,
cuando los vecinos entregaron al Ayuntamiento «80 sábanas, 12 mantas, 5
almohadas y 2 toallas, 250 ptas en metálico y 274
huevos». De esto último se ve que andaban sobrados. Y no hay que olvidar todos
los homenajes, monumentos, festejos patrióticos y aniversarios conmemorativos,
que en aquellos años de la llamada «Cruzada de Liberación» fueron muchísimos, y
que los ayuntamientos tenían que sufragar sin escatimar en gastos, pagando
banderas, lápidas, fuegos artificiales, dulzaineros, etc., y hasta medios de
transporte cuando las concentraciones patrióticas tenían lugar fuera del
municipio. En algunos casos estas actividades se organizaban también
conjuntamente, repartiéndose los costes entre los tres municipios de la
Mancomunidad. Sí que se preguntaban a veces los ediles, y preguntaban a las
autoridades, si algún día les devolverían por lo menos el dinero entregado en
concepto de, textualmente, «ayuda al Ejército y Milicias liberadoras de la
España auténtica», o sea, lo que estaban entregando en el Cuartel de Valdenoceda incluso después de desaparecer la amenaza del
Frente Norte, que en realidad se terminó con la caída del Valle de Mena en
agosto de 1937. Al parecer, la Mancomunidad de los tres municipios continuó
funcionando por lo menos hasta el final de la contienda.
Pedir, pedir
y pedir, pero ¿qué dieron a cambio aquellos señores de la guerra? Pues, ¡ay,
amigo!, dieron a Valdivielso 50 mosquetones, una Prisión Central y, más tarde,
un fabuloso plan de regadío que nunca pasó de ser un proyecto de papel.
La propuesta
de reforzar la guardia en Valdenoceda mediante
vecinos del Valle les debió de parecer una buena idea a las autoridades de
Burgos, pues estas enviaron 50 mosquetones, según se comenta en un artículo del
Diario de Burgos fechado en los años sesenta, y cito textualmente «para montar
por las noches vigilancia sobre el puente de Los Hocinos». Durante esos mismos
años sesenta pude ver en una ocasión que todavía se conservaban aquellas armas
en una habitación del ayuntamiento: una gran cantidad de fusiles polvorientos
apoyados contra las paredes, con sus bayonetas montadas, como esperando todavía
algún hipotético ataque nocturno. ¿Alguien se imagina a aquellos valdivielsanos
que, por su edad, no habían sido llamados a filas, apostados en las peñas bajo
el relente o la helada, y haciendo compañía a los lobos y los raposos,
mientras, mosquetón en mano, esperaban la aparición nocturna de no se sabe qué
enemigo? Sinceramente, creo que los valdivielsanos de la generación de mi
abuelo eran más inteligentes que todo eso y tendrían cosas mejores que hacer.
Y en el
otoño de 1938, que en las actas municipales consta como tercer Año Triunfal,
Valdivielso recibió, aunque en dichas actas no lo he visto constar, el regalo
más macabro que ha recibido durante toda su historia: la Prisión Central de Valdenoceda, donde los triunfadores plantaron la semilla
del miedo, un fruto que apesta y cuyo sabor nauseabundo no se puede olvidar.
¿Acaso el bando sublevado no podía pagar con algo mejor? Pues sí, cuando ya
dejaron de necesitar aquel lugar de exterminio, se dieron cuenta de que
Valdivielso era por naturaleza un lugar lleno de vida. Y esto les daba pie para
floridas promesas. Entonces enviaron técnicos que hicieron un estudio del
potencial agrícola del Valle y que, según se dijo, confeccionaron un fabuloso
plan de regadío llamado Plan de Valdivielso, pagado todo esto por el
Ayuntamiento, cómo no, y parece ser que, ya en la década de los cincuenta, las
autoridades se dignaron incluso recibir aquellos papeles. Dijeron que los iban
a estudiar, lo dijeron durante muchos años. La historia que sigue ya la
conocemos.
[La foto del
Puente del Aire es del fotógrafo italiano Guglielmo Sandri, y se haría hacia el año 1937.]
Mertxe García Garmilla