Aquella mañana de fiesta, entre verdes explosivos y olor de lluvia, corríamos como locos navegando en tierra a bordo de bergantines de bandera negra que surcaban, viento en popa, los océanos inmensos. Tirachinas en mano intentábamos derribar el mástil del buque de La Armada que nos perseguía, cuando algo estalló por los aires. Elevamos la vista y contemplamos cuan certero el disparo había sido… en una de las farolas de la plaza. Emprendimos la ruta de regreso. Atracamos bien pronto. Amarramos con buen nudo y con cara de pompa y circunstancias emprendimos la difícil singladura del camino de casa. Adiós a los cromos de la semana…
Dichosos aquellos tiempos de piratas y cromos.
Texto y foto: Aurora Espiga.