El río fue durante muchos años la referencia veraniega para muchos en Valdivielso. El Ebro era el mejor refugio para aliviar los calores del estío. Más tarde, las cosas cambiaron pero nuestro río sigue siendo todo un símbolo de la vida. Esta vieja foto de Puente Arenas sirve hoy para acompañar la última entrega de "Sonata fácil". El Ebro se transforma en el Moldavia en la pieza musical de Smetana. Da lo mismo, es la vida en sus riberas. Una sucesión de escenas que muestran paisajes, una boda, la luz de la luna reflejándose en las ruinas, manantiales brotando, danzas...Todo ello sugerido a través de los instrumentos y la composición de Smetana.

Orfeo, hijo de Apolo y de Calíope, cuando tocaba su lira, calmaba a las fieras, reunía en torno a sí a los hombres haciendo descansar sus almas. En las orillas del río Estrimón, Orfeo se lamentaba amargamente por la pérdida de su amada, Eurídice. Allí tocó canciones tan tristes que todas las ninfas y todos los dioses lloraron. Recibió entonces el consejo de descender al inframundo en busca de su amada. Para salir de allí empleó su música, ablandando los corazones de los captores. La condición era salir sin mirar atrás.Sólo al final del trayecto, y casi a punto de salir a la superficie, Orfeo volvió la cabeza para ver a su amada. Ella aún no había sido completamente bañada por el sol. Todavía uno de sus pies pisaba el inframundo. El castigo se consumó y Eurídice se desvaneció en el aire, para siempre.

Mirar atrás. Pedro Laín afirma: “quién por una razón o por otra no se revisa a sí mismo, no se somete a juicio de recuerdo de sí mismo, no pierde desde luego su libertad, pero no puede ejercitarla con soltura. Poco o mucho, algo hay en el pasado de cualquier hombre, incluidos los más rectos y monolíticos, que exige un ajuste de cuentas consigo mismo”

Sólo la comodidad o la cobardía nos alejan de este juicio. Hoy, para pensar: Orfeo y Eurídice, ópera en tres actos del compositor alemán Christoph Willibald von Gluck. ¿Y acaso no tiene el bueno de Gluck cara de valdivielsano?. Parece majo el teutón.

El refranero es cruel. Siempre ofrece una cosa y su contraria: “Las comparaciones son odiosas” decimos; “compararse es de valientes”, nos responden. Y así nos tienen la vida, en un dilema constante. Naranja o limón; Ronaldo o Messi; economía o salud. Siempre forzándonos con dos proposiciones contrarias y disyuntivas: al conceder una he de negar la otra. Lo que se hace habitualmente, no está basado tanto en el argumento de la propia, como en la demostración de la del adversario, como única razón para demostrar aquello que se quería probar.

Al, final, hoy día, el dilema, si desea resolver, ha de buscar dos soluciones, aunque ninguna de las dos resulte completamente aceptable para los dos bandos. No siempre se alcanza la equidistancia.

Por lo mismo, si viviéramos en la Francia del siglo XVIII, nos llevarían al dilema musical: Lully o Rameau.

Hemos traído a Sonata Fácil a Rameau y un tema precioso, Tristes apprêts (de su obra Castor et Pollux) Ya habrá tiempo de escuchar a Lully y decidirse por uno, el otro...o los dos, que la cosa no debería ser nunca completamente negra o completamente blanca.

"Querido señor Germain: He esperado a que se apagase un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.
Le mando un abrazo de todo corazón".
Albert Camus

Esta fue la carta de puño y letra que el Premio Nobel de 1957 escribió a su profesor de primaria.
Hemos traído a Sonata fácil a Philip Glass y su música de cámara Mishima, una música preciosa. Pero sobre todo hemos hablado de su profesora Nadia Boulanger (1887- 1979), compositora, pianista, organista, directora de orquesta, intelectual y quién sabe cuántas cosas más. Enseñó a muchos de los grandes compositores del siglo XX. Fue quizás la pedagoga musical más importante que jamás existió.
Entre sus virtudes, su tolerancia a lo diferente, su modernidad con respeto a la tradición. Escuchar y dialogar. Aprender y enseñar. De todas esas cosas hemos hablado. De todo eso y de paso de Philip Glass.

Días de confinamiento, de lecturas, de música y si uno puede… películas. Stanley Kubrick es probablemente uno de los directores que mejor ha integrado la música en sus películas. Todos recordamos ejemplos clásicos: 2001 Una odisea en el espacio (1968), con la música de R. Strauss; La naranja mecánica (1971), con piezas de Beethoven o El resplandor (1980) con obras de Ligeti. Pero hemos querido traer a Sonata Fácil la película Barry Lyndon (1975) un buen ejemplo en el que la música clásica es utilizada como base principal del film.

Todo en Barry Lyndon: la fotografía, los escenarios, la decoración o los vestuarios fueron meticulosamente escogidos. La música, también. El propio Kubrick seleccionó cada una de las piezas de la banda sonora. Se pueden escuchar una Sarabanda de Haendel, el Concierto para dos claves de J.S. Bach o el Concierto para violoncello de A. Vivaldi, entre otras. Pero lo que nosotros hemos traído al programa es el Trío para piano para violín y violonchelo en mi bemol mayor, escrito en noviembre de 1827 por Franz Schubert. Esta fue una de las últimas composiciones. Es una pieza preciosa para una tarde tranquila. Acércate a escucharla.

Asomado a la ventana, mirando pasar el agua, abrazado a Gian Carlo, como el rio Adigio abraza a Verona, Samuel susurró a su oído: yo soy tu mar y en mí te has de derramar. Son tus brazos los meandros y tu corazón vereda tranquila en la que he de dormir.

Después Samuel se sentó y compuso el adagio para cuerdas. esta pieza de Samuel Barber es uno de los mejores ejemplos de la motivación de un artista frente a su composición. Su uso se hizo popular en escenas de dolor y muerte (atentados del 11-S, Platoon, El Hombre elefante, El aceite de la vida), pero lejos de la interpretación que se ha hecho de su música, Samuel Barber se encontraba en Italia cuando lo compuso, acompañado de su amante y libretista Gian Carlo Menotti, a la edad de 26 años y en plena y absoluta felicidad.

La composición está basada en un pequeño pasaje de Virgilio que describe cómo un riachuelo se va convirtiendo poco a poco en un gran río que va a dar al mar. Quizás por eso Barber utiliza un tipo de composición que se denomina secuencia, propia del barroco, como Vivaldi o Albinoni, que utilizan una melodía que va variando en intensidad y tesitura, aumentando el tono del patrón musical, hasta alcanzar el clímax.

Quizás el mismo que alcanzaba él estando con su amante, desbordado. No compuso Barber nada más de interés, pero pelea esta obra por ser una de las "más tristes del mundo", que más se inmersa en el alma del hombre. Pero si supiésemos cómo y dónde está compuesta, quizás decidiésemos que no es un tema triste, ni mucho menos.

Shuaila era el lazarillo del viejo contador de cuentos. Cada mañana la niña le acompañaba desde su casa, atravesando el zoco, hasta el centro de la plaza, donde le dejaba sentado junto a un puesto de especias.
Con la punta afilada de una rama de cerezo escribía sobre la palma de su mano el nombre de las historias que deseaba escuchar la muchedumbre que se arremolinaba en torno a él y las preguntas que le iban haciendo a lo largo de la narración. Shuaila era para el viejo sus oídos y sus ojos.
Una mañana el viejo presintió que, a su alrededor, nadie escuchaba su relato. La niña le caligrafió con suavidad que la gente se concentraba al otro lado de la plaza alrededor de una caja de madera de la que salían voces y música.
Entonces el viejo cerró la mano y apretó el puño. Y fue así que no quiso escuchar ni ver nada más.

Aún existe espacio más acá de la última frontera, millones de kilómetros hasta el límite. Hay maneras de no instalarse en la incierta inercia de existir; es posible vivir. Se trata de hacer de la vida un interludio amable, distraer el tedio, entretener la aflicción abriendo las puertas a la armonía, reservando espacios sensibles para la contemplación y la reflexión.

Consiste en compartir sentimientos que se expresan en el milagro de una sonrisa, apelando a una melodía a una fotografía o al lirismo de cualquier lectura.

Mientras habitemos el tiempo y el misterio de los días que encierran un color, un abrazo o un susurro; mientras seamos suficientes para alguien, mientras alguien o algo sea necesario para nosotros.

Sin invocar a ningún dios, sin solicitar la ayuda de ningún héroe. Mientras haya un Yo habrá un Nosotros.

Tras las máscaras de carnaval, despojado de mascarillas, vuelve Enrique de la Peña con "Sonata fácil" y lo hace acompañado de Haendel y Cecilia Bartoli. También trae poesía.



"Esto es Castilla,
nunca fue la mejor, solo la nuestra
Esto es Castilla, lo que somos
mi cuerpo, preso como arbusto a este suelo,
el espacio donde habitan los abrazos
urdidos, mimbre, con empeño.

Tengo estos prados metidos en los ojos
y cuando brotan me salvan
como el paisaje. El horizonte
se nos talló en el pecho
siempre en pie para recomenzar
Ya vamos, Castilla, ya vamos
Seguimos avanzando campo horizontal,
campo tenaz."

Podría hacer uno como el chiste y decir: “¿qué hacen dos pianos, una flauta, un clarinete, un armonium, un xilófono, una celesta y varios instrumentos de cuerda en una saña de conciertos?” Algo así como: “ estaban un francés, un inglés, un español…”

Pues todos estos instrumentos, un poco totum revolutum, están disfrazados de animales, celebrando que se van de carnaval. Camille Saint Saëns compuso esta suite en 1886, con una extraña combinación de instrumentos, para que en veinte minutos, y con una divertidísima música, se pudiera hacer una sátira de compositores importantes, de intérpretes o de los roles propios de cada instrumento e instrumentista.

Tuvo Saint Saëns un poco de pudor, pues prohibió que la obra se hiciese pública hasta su fallecimiento. La hemos traído al Valle, en Sonata Fácil, un miércoles de carnaval, para reírnos un poco de todo, incluso de la vida. ¿Qué? ¿Cómo lo veis?

Conocí a Lucas Nieto en la primavera de 2006, un vehemente orador con un discurso sincero. Al cabo de seis meses de aquel encuentro decidió voluntariamente permanecer en silencio y desde entonces no ha pronunciado palabra.

"Las palabras inundan el aire". Antes de pronunciar esta frase, su última frase, subido a una enorme roca, jadeando, abrumado por el ruido que producían todas juntas chocándose, argumentó:

¿No ves que sólo intento salir a flote?, sacar mi voz por encima de las palabras, hacerme oír en este caos. ¿Para qué una palabra de más? Resultaría innecesaria como todas. Otra más. Eso solo aumentaría el ruido. A estas alturas, quizás, el silencio sea la única postura inteligente. Digo muchas más cosas callando. Y bajándose de la roca, se calló para siempre.

Nota:
En el cuarteto en sol mayor del Fidelio de Beethoven se ejecuta a lo largo de 31 compases un canon a 4 voces que concluye con una frase que se imita libremente. El genio de la melena demuestra que un conjunto voces puede ser enormemente bello incluso cuando cada uno desarrolla su propio discurso, distinto al de los demás. Pero uno siente en ocasiones la necesidad de invocar el silencio como el mejor de sus discursos, para disminuir el ruido de fondo. No es indolencia, es un posicionamiento activo. Es todo un arte: saber callar.

Dulcemente me entregué a ti, vencido y desnudo. Rendido y desmayado entre tu cuerpo, vibrando al compás del ritmo que marcaban tus latidos. Allegro de tus manos, y al acariciarme, resonaba la frontera marcada por la horquilla de tus piernas.

Sentí tus manos deslizarse por mi piel. Mis nervios, como cuerda tensa, encerados, trasmitiendo los impulsos que salían de tus yemas. Ligeramente apoyado sobre tu hombro me moví con los calculados golpes de tu alma y el lento vaivén de tus caderas. Noté a menudo que gozabas, yo también gemía, un sollozo alargado y retenido, expresado y mudo.

Me arañaste y me rasgaste, me golpeaste y estrangulaste, para luego mecerme y apretarme, sin ahogos, hasta sacar de mí lo que yo mismo ignoraba. Te dejé que lo hicieras, como perro fiel, tumbado al borde de tus piernas. Y como tal, sigo esperando a que lo hagas.

¿Y si esto fuera el pensamiento del chelo de Jacqueline Du Pré?.

Mi padre vivió en sus últimos años en un estado mental nebuloso. Parecía un crío en ocasiones. A veces, cuando veo a mis hijos, pienso que los niños también viven en un paisaje mental sumamente complejo, espeso, como el camino que baja desde Toba hasta la vega. Luego pienso -y temo- que creemos ganar algo cuando, al crecer, vamos desbrozando ese paisaje del follaje y el desorden exuberante. Y hasta parece que lo conseguimos unos años, pues el bosque nos parece a veces despejado, que entra La Luz por entre los árboles y el camino se hace evidente. Con los años y agotados, la mala hierba y las enredaderas lo desordenan todo de nuevo, y en nada se parece la cabeza a aquel vergel, más bien a un jardín abandonado. Qué empobrecida y desarraigada resulta la vida entonces, sin los sagrados y preciosos recuerdos de la infancia, sin todo aquel verdor.

A mi me gustaría pensar que la última vez que acudimos juntos al Teatro Real vinieron a su memoria, en forma de rama florecida, los brazos de su abuelo rodeándolo, antes de entrar con él al teatro. Y hasta es posible que escuchara en su cabeza la trompa que el abuelo iba a tocar siguiendo la partitura de Don Ricardo (Wagner, claro)

Hoy al hacer el programa he recordado a mi padre. Me colaba con él en ese mismo Teatro. He recordado también al acomodador al que él dejaba algo secretamente en la palma de la mano. Aquel señor de traje azul engalanado, que a mi me parecía un militar de alto rango, me reglaba a cambio de esa moneda una butaca y un programa.

Lo último que escuché con mi padre fue el coro de peregrinos del Tannhäuser. Lloramos los dos un poco al escucharlo. He querido en este programa (el número 50 de Sonata Fácil) llevar al valle aquel mundo de la temprana infancia de mi padre y la mía propia; mis reminiscencias y las suyas. La música como hilo conductor de las generaciones. La música como legado y como memoria común.

LO BELLO: Todo lo que está despojado de dorados, brocados y adornos; lo que huye de lo solemne, lo suave, lo lento y lo que nos lleva a la boca una especie de sonrisa ingrávida. Lo generoso, lo asequible, lo que deja traslucir el fondo de las cosas. Lo dócil, lo que está hilvanado por anhelos, los trueques de miradas, los ojos que tienden puentes levadizos, las sonrisas que ciñen corazones, las alas del aire, el rumor de una estela… eso que no reverbera.

Necesitamos la belleza para sentirnos sencillamente mejor. La belleza nos aproxima a la Verdad. La belleza es lo que nos hace trascendentes.

Es imprescindible que la luz de lo bello lo ilumine todo. Una pintura, una novela, una sinfonía que no produzcan shock como único argumento artístico, sino que sean simplemente bellas. La belleza es simple. Lo simple es natural. Las bodas de Fígaro de Wolfgang Amadeus Mozart… bufa, pero bellísima.

Pasó la noche de Reyes y con ella la magia.

Para este tipo de abracadabra son precisas dos cosas: una, la incertidumbre, la que nos mueve en la búsqueda y la que estimula el aprendizaje; y dos, la sorpresa, que es hermana de la anterior y que sólo puede existir cuando cualquier expectativa está abierta, si la mirada es amplia y la imaginación carente de prejuicios.

Y esta es la labor de estos magos: hacer que germine en los niños el principio fértil de la incertidumbre y la inocencia de la sorpresa.

La música es una excelente vía de transmisión de estos principios. A Sonata Fácil llegaron los juguetes en forma de pequeña sinfonía, apenas un divertimento.

Los que escuchamos cada semana a Enrique en Radio Valdivielso sabemos de su debilidad por Bach. Cualquier disculpa le sirve para hablar de Juan Sebastian, para volver a escuchar alguna de sus obras. Lo que yo nunca habría imaginado es que un chicle Bazoka le fuera a dar pie a volver a hablar del autor de "La Pasión según San Mateo". Como un chicle pegado bajo un pupitre podría parecer un argumento de poco peso, antes criticó la alegría que puede despertarnos escuchar a Vivaldi, Haydn, Wagner o Beethoven. Que si la de uno es muy pastoril, que si la del otro muy británica, que si la de aquel puro fuego de artificio. Total que Enrique quería hablar de alegría y ahí, como no, la de Bach es la buena. Una alegría que te empapa como la niebla de esa mañana, como la lluvia fina. La que te moja sin que casi la sientas, la que te hace ser mejor persona. Todo ello lo contó en la escuela de Toba, en ese mismo lugar al que llegaba Doña Margarita, la maestra, atravesando el frío del invierno. Allí la esperaban las hermanas Sedano, dejando de masticar el chicle Bazoka y pegándolo bajo el pupitre para, en otro momento, volver a metérselo en la boca y volver a sentir el sabor de la goma de mascar que habían comprado en el Bar de Vicente. Y es que a Enrique de la Peña cualquier historia contada al vuelo le sirve para hilar. Y aunque de hilandera no le veo, estoy seguro que el teatro se ha perdido una gran actor. Lástima que la urología se cruzara en su vida. Gracias a Enrique y gracias a los Amigos de Toba por hacer posible estos momentos en los que, además de su aperitivo, saboreamos el rato compartido con la buena gente.

"Dicen que unos musicólogos y programadores se han unido para completar con Inteligencia Artificial la Décima Sinfonía que el compositor Ludwig van Beethoven dejó sin acabar antes de su muerte en 1827, en el marco del 250 aniversario de su nacimiento el próximo año.

Dicen que mediante este sistema, los fragmentos que dejó Beethoven medio escritos se unirán y expandirán en un movimiento musical que reflejará el estilo del trabajo del compositor alemán.

Y está bien jugar y pensar en estas cosas, pero... ¿Qué algoritmo contempla el alma entre sus variables?

Hemos repasado en el programa, a través de una de las sonatas de su ciclo integral para piano, lo improbable que resulta que una máquina cuantifique la genialidad"
Es como si con un artificio fotográfico, nos queremos imaginar que este es LVB caminando".

Estuvimos otra vez en el valle. Paseó uno hasta el río, desde Toba que estaba vacía, por el camino solitario. De la chimenea de la casa salía un humo lento y desganado. Hasta el fuego tarda aquí en despertarse –pensé- y parece que se confunde con la bóveda del cielo que era recogida, como un templo románico, con las nubes bajas y la luz pálida y mortecina.

Todo estaba adormecido por la tibieza del silencio. Las paredes de las casas despedían una humedad dorada, un resplandor interno de muchos siglos. Cubiertas con la hiedra, parecía que se hubieran echado encima una capota verde de alpaca.

Llegarán las heladas y la nieve, seguro, y me acordé entonces de una película y una música aquella mañana fría de campo

ADORO MI TIEMPO como el bien más preciado, mi mayor riqueza. Quizás Henry David Thoreau cuando se retiró lejos de todo y todos era consciente de que eso era precisamente lo que buscaba: tiempo.

El valle es mi Walden particular. Pero sucede que allí, en soledad, de lo que más disfruta uno no es tanto del tiempo, como de los momentos, que son cosas bien distintas.

Por el camino fue V. contándome la de cosas que iba a hacer cuando fuera mayor. A todo le añadía un gran “quizás" . Advertí que nunca llegó a decir un triste "tal vez" . Entonces me retrasé unos metros para enmarcar la fotografía. Aquel árbol gigantesco era para ella como el umbral de su futuro. Cargado de quizases, pendientes de brotar. A eso es a lo que me refiero cuando hablo de “momentos”.

Vuelve el invierno, sigo haciendo radio con mi amigo. Thoreau, Bach, mi valle, la soledad…

“—Ven con nosotros —le dicen sus amigos—. La noche está espléndida, las calles tranquilas. Tenemos entradas para el cine y hasta hemos reservado mesa en un restaurante.

—¡Ah, no! —protesta Luder—. Yo sólo salgo cuando hay un grado, aunque sea mínimo, de incertidumbre.”

Pasaje de: “Dichos de Luder”.
Ramón Ribeyro (Lima, 1929 – 1994).

Para la música, lo mismo, oiga. No de nada por supuesto. Espera de la música clásica un mínimo, aunque sea leve, grado de incertidumbre.
Hoy, Música del Barroco Andino.

Las Folías de España del Siglo XV que nos trae Jordi Savall nos han servido hoy para hablar de etimología. Cualquier disculpa es buena para hablar de follar, perdón, para sentir el acompasado ritmo del arte de amar. Había nieve en las cumbres de la sierra madrileña, nieve en las montañas de Valdivielso.

Sorprende recordar que W.A. Mozart falleció a los 35 años de edad y que a pesar de su corto tránsito por esta vida, supiera situarse en la cumbre de la música de todos los tiempos. Abarcó en su catálogo obras maestras en todos los géneros y formas. Su imagen sufrió mucho con la película de Milos Forman, por genial que esta fuera, en la que se trivializaba, casi hasta el absurdo, al compositor austriaco distorsionando su imagen.
Hoy traemos a uno de sus personajes más conocidos de la fascinante ópera Die Zauberflöte (La flauta mágica). Papagueno, el simpático pajarero, hablador y fanfarrón, vestido con plumas y haciendo sonar una flauta, va presumiendo de sus habilidades para el encandilamiento y la conquista. No es más que un mentirosillo embaucador, que se encanta a sí mismo. ¡Qué queréis que os diga!, he querido traer a este momento del panorama político a este curioso personajillo, por quien quiera encontrar semejanzas.
En cualquier caso, siempre es una gozada recordar esta ópera y a su compositor. Bajo la apariencia de un cuento exótico se esconde en ella una profunda y misteriosa obra, repleta de significados y musicalmente perfecta.

Esta semana Enrique está en Camerún. Pensábamos que nuestra cita radiofónica se tomaría un descanso. Sin embargo, el miércoles sonó el teléfono y allí estaba él. Dispuesto a no perder uno de sus muchos buenos hábitos. Nos contó lo que por allí veía y hacía. Y se trajo a Bach y a Pau Casals. Y sus fotografías y sus palabras.

"Al venir a estos sitios, no se viaja tanto en el espacio, como en el tiempo. Y no es solo que uno camine hacia atrás en el reloj, sino que todo sucede con la calma del pasado.

Las escenas que voy viendo, y en las que participo personalmente, son de otro tiempo y basta dar un paso atrás y reencuadrar la escena para creer oir música de gramolas.

Este lugar es un reloj parado que da la hora exacta dos veces, el resto del día se alarga con suave parsimonia".

Estamos tan preocupados por las fronteras -¡qué inutilidad!- si son pura invención, acaso contemplarlas desde un punto de vista artístico, dibujadas en rojo punteado sobre un mapa, como puro adorno. Sólo deben servir para ser obviadas o, aún mejor, contravenidas. Son más atrayentes las carreteras secundarias que los carriles centrales; perderse entre meandros, orillarse hacia los arcenes, las periferias, los territorios menos explorados. Viajar, explorar, descubrir… Samarcanda, Tumbuctú, Xanadú. Reyes y lugares remotos, historias olvidadas, caballeros andantes, princesas. Y la música como hilo conductor de todo.

A uno la música le alivia las heridas, diría que consuela mis daños, que incluso quita mi sed. De las medicinas uno puede saber la composición y las rutas metabólicas que se ven modificadas por el efecto de la droga; lo sabemos casi todo. Sin embargo, de la música bella lo ignoramos todo. Cómo surgió en la mente del autor y cómo se concretó en unas notas. Cómo entra en nosotros y cómo consigue ser, como cualquier otra cosa bella (una fotografía también), remedio de nuestros males. Eso sí, las medicinas hacen su efecto al momento, sin embargo, para la música hay que regalarse una espera paciente porque su misterioso efecto sanador no se alcanza de un día para otro. Por eso hemos vuelto, una temporada más, Sonata fácil, con un ritmo andante y festivo, el que marca Sibelius.

Observa uno esta foto y quiere ver en el campesino del este europeo, el trabajador que podría ser de cualquier campo, de cualquier valle, del nuestro. El hombre del campo, trabajador infatigable, con cicatrices en su camisa y es de suponer que también en sus manos, contempla el fruto de lo sembrado y cuidado durante todo el año. De lo que ha visto germinar y crecer. De aquello que será, si nada lo descabala en el último instante, el fruto que dará alimento a su familia durante los próximos meses.

Uno quiere también ver el color panizo del grano y el olor a tierra seca y la luz del sol reflejada desde el suelo y multiplicada por el dorado del cereal. Y quiere ver también la cara, no tanto de angustia por lo que le queda por hacer –el cereal crecido a sus pies da fe de ello- sino de la satisfacción por poder hacerlo.

Pues así se siente uno, en este momento de estío, concluida la temporada de Sonata Fácil. Último programa antes de las vacaciones. Vivaldi, El verano, y la actualización que sobre este concierto hace Max Richter.

Anda la NASA pidiendo a los terrícolas que la ayudemos a buscar la lista de reproducción musical para su nueva aventura selenita. Andan detrás de enviar de nuevo al ser humano a la luna y , claro, el viaje es tan largo que los astronautas tendrán tiempo para escuchar mucha música.

En Sonata Fácil hemos querido también celebrar el cincuenta aniversario de la llegada del hombre a la luna, a través de la música clásica de una buena película: 2001, una odisea en el espacio de Stanley Kubrick..

En pocas películas la simbiosis entre música e imágenes es tan perfecta como en ella. La música se convirtió en parte fundamental del guión y Kubric hará una selección magistral, con obras como: “Así hablaba Zarathustra” de Richard Strauss, El Danubio azul, del otro Strauss, y los misteriosos cantos de Ligeti que crean una atmósfera fantasmal que sobrecoge.

"En un cuerpo dormido y quebrado hay algo de derrota. Sin embargo, su pelo caído a un lado de la mesa de quirófano, como si fueran profundas raices, nutre a la escena de una mágica esperanza, pues parece que subiera, directa desde el suelo, la savia que conduce la vida hasta su espalda.

Estoy sentado mirando su cuerpo, sin ruido de voces. En la quietud del silencio. Es algo más que la interrupción de los sonidos. El silencio es, en estos momentos, el mejor de mis confidentes, el obligado camino entre mi interior y ella. Una soledad silenciosa que compartimos los dos como una "música callada".

En silencio, respiro y me relajo en los instantes previos, sin permitir que nada me distraiga, pensando cómo hacer para que la vida no mute el camino que va desde su pelo a la luz de su callado tronco.No se quién eres, no he visto tu rostro mujer, pero respetaré, en silencio, la vida que me confías."

En la música, como en cualquier otro orden de la vida, y por supuesto en el arte, hay ciertos clichés, modas que generan criterios de opinión. El pobre Haydn, eclipsado por sus contemporáneos más conocidos (Mozart y Beethoven), no escapó a este especie de desinterés popular.

No le ayudó en nada su monótona e insulsa vida palaciega, en un auditorio llenos de nobles dispuestos a dar más de un bostezo mientras escuchaban su música. El pobre de Haydn es para muchos como ese busto del abuelo metido en una vitrina. Es bello, pero no sabemos que hacer con él y menos aún, claro, nos atrevemos a tirarlo.

Pero lo cierto es que “papá Haydn” es uno de los máximos exponentes de la historia de la música y es de justicia que, aunque sea tan tarde como en el programa treinta y cuatro, Sonata Fácil sepa reconocérselo.

Cada vez que llego al valle se abre para mi un Nuevo Mundo. En él se dan muchas de las cosas que más me gustan: sus amaneceres, sus fragancias, y los misterios de sus noches. Estas mismas cosas se pueden escuchar en la 9ª Sinfonía de Dvorak. En el Valle no se escuchan espirituales negros, ni canciones indias, ni tampoco se ven las planicies infinitas de Iowa. Pero no las necesitamos, claro. Para eso tenemos la música de esta sinfonía.

Dvorak escribió una epopeya sinfónica, pero no sospechó en 1893 que su sinfonía del Nuevo Mundo igualaría en popularidad a las de Beethoven. Escuchamos en Sonata Fácil temas que crecen, se agigantan y batallan hasta el Finale, donde triunfa el Mi mayor, es decir: el bueno.

El himno conocido más antiguo de la Historia está escrito aproximadamente hace 4300 años. Usaron escritura cuneiforme, en un reino, el de los Hurritas que estaba entre las actuales Iran, Siria y Turkia.

Pero quién sabe si desde Atapuerca venimos cantando juntos y a coro a un dios, un santo, un héroe o un villano simpático. Quién no ha cantado con otros una victoria, el júbilo de estar juntos o el entusiasmo de saberse en una patria común.

Hemos repasado en sonata fácil cinco himnos actuales, traídos directamente de la música clásica, para celebrar un acto académico, un gol, una elección presidencial, nuestra Unión Europea o para recordar a Remedios Amaya, su barca y el desconocido que la mal-manejaba.

Explicamos por el efecto mariposa cómo pueden diverger dos mundos casi idénticos entre sí, cuando en uno de ellos hay una mariposa aleteando y en el otro no.

A largo plazo, el mundo con la mariposa y el mundo sin la mariposa acabarán siendo muy diferentes. En uno de ellos puede producirse a gran distancia un tornado y en el otro no suceder nada en absoluto.

Qué hubiera sido hoy de España si Enrique IV de Castilla no hubiera sido realmente El Impotente, si un médico Alemán, de paso por la corte, hubiera realizado con éxito la primera inseminación artificial de la historia y si en los Toros de Guisando, en lugar de firmarse tratados, se hubiera escuchado más la música de Juan de la Encina.

Éste programa de Sonata Fácil ha sido un aletear de mariposas en torno a la música palaciega del siglo XV.

Bach acaba de cumplir cuarenta años y se encuentra en un momento de esplendor creativo. Siente la necesidad de encontrar en una sola obra todas las conquistas alcanzadas hasta la fecha en su carrera musical. Todas las formas, todos los estilos y claro, toda la intensa y enriquecedora espiritualidad que es capaz de plasmar un compositor en un texto y en un pentagrama.

No hay narración alguna, inventada o real, que haya alcanzado en nuestra cultura occidental una difusión semejante a la de la crucifixión y muerte de Cristo. Y ningún otro compositor, nunca en la historia, ha sabido acercarse a este drama con la trascendencia, el misterio, la reflexión y la profundidad de JSB.

La Pasión según San Mateo es considerada, para muchos, una suerte de cénit de la música occidental, por procedimientos técnicos, por retórica, por sensibilidad. Al margen de la pura belleza sensual de la obra y sin que importe el credo que procesemos, La Pasión es elocuente, es dolorosa, es blanca y una de las más grandes realizaciones artísticas del Ser Humano de todos los tiempos, como lo es La Piedad de Miguel Ángel, por ejemplo.

Pero ¿cómo escuchar La Pasión según San Mateo y no fracasar en el intento?

Por de pronto, escuchar este programa…damos algunas sugerencias.

Queda el Valle lejos del Mediterráneo, pero hemos decidido traerlo hasta aquí con música. El mero hecho de mencionar al Mare Nostrum trae a nuestras mentes lugares comunes: grandes civilizaciones que han nacido a sus orillas y surcado sus aguas; culturas y religiones diversas que han convivido y se han enfrentado; playas y calas; olores y sabores y lugares de veraneo soñado por gentes de todo el mundo.

Pero nos trae también la actualidad de un drama. Y claro, los problemas de uno, por graves que sean o parezcan, se quedan en nada si realizamos el incómodo pero necesario juicio de la comparación.

Nos hemos acordado de esto y no hemos podido evitar caer un poco en la pesadumbre. La música de hoy es también la narración de un drama, y vaya, eso no ha ayudado a sacudirnos las pequeñas tristezas que da la vida, aunque hemos querido enjugarlas con el sentimiento de victoria traída de una “Revuelta” histórica.

Dido & Aeneas de Henry Purcell se escenificaba la misma tarde de la manifestación, por primera vez en el Teatro Real, en una impactante producción de ópera y danza. Sonata Fácil ha querido contarlo.

Nos pasa más a menudo de lo deseable. Anda uno de un lado para otro, corre que te corre, intentando llegar a todas partes, cumpliendo compromisos, preparando otros futuros y satisfaciendo deseos y voluntades propias, que pasan y llegan las estaciones sin apenas darnos cuenta.

No sabe uno en qué momento exacto de este sin-parar ha empezado y terminado, casi en la misma jornada, el invierno. Mi ciudad, por ejemplo, tiene estas cosas: que el frio entra de golpe, en forma de bulto rumoroso, sin vientos estridentes que lo anuncien previamente y luego se va como vino, sin pedir cuentas, dejándonos las flores abiertas y ese sol de medio día que quiere caldear la tierra y con ella, y a través de nuestros pies, a nosotros.

Toca pues, parar a reconocer este resurgir y disfrutar de esa inclinación de nuestro Planeta en su giro alrededor del sol que determina eso que algunos vienen a llamar La Consagración de la Primavera.

La imagen de un rey culto, legislador, buen administrador, amante de la paz, la música y la convivencia, suele ser representada en la figura de Alfonso X el Sabio, Rey de Castilla y León durante más de 30 años (1252 - 1284).

Para los que vivimos en este siglo XXI no resulta fácil entender la música -mejor, las músicas- del siglo XIII. Aún así, nos acercamos a una parte de su inmenso legado cultural: Las Cantigas de Santa María. En ellas dejó una impronta personal pero también, rodeado de sabios, poetas, escribas y músicos de todas las culturas que por entonces poblaban la península: árabes, judios y cristianos , supo cohesionar y ser amalgama de lo mejor de cada una de ellas. Su posición era la del hombre “en medio de todo”, atento a todo y compilador de todo.

También hemos especulado en el programa con los olores a primavera, de ahora y de hace ocho siglos, en los alrededores de San Pedro de Tejada.

Si miramos al futuro podemos vislumbrar cómo la ciencia será capaz de controlar los sueños. Ese momento de ondas lentas y rápidas cerebrales que ayudan a conservar recuerdos y quizás, quién sabe, a acelerar la adquisición de conocimientos, corregir los malos hábitos, modular nuestras pesadillas e incluso recrear viajes o situaciones placenteras.

Para algunos esto supondrá una visión escalofriante del porvenir pero para otros una oportunidad de hackear su propio yo.

Si esto se lo cuentan a Candelas, la protagonista del Amor Brujo de Manuel de Falla, no hubiera dudado en someterse a hipno-terapia, en lugar de hechicerías, para librarse del recuerdo atormentado de su anterior amante y caer , tranquila al fin, en los brazos de Carmelo.

El bueno de Don Manuel fue circulando de mano en mano de los españoles hasta que comenzó a ser retirado por los bancos al aparecer en 1982 la famosa “chocolatina” de 100 pesetas, aunque siguió siendo de curso legal hasta la instauración del euro. Al menos nos ha quedado su música.

Se supone que el sexo es simple. La explicación nos la daban en clase de biología. Era tan sencilla como: X+Y: varón; X+X: mujer. Azul o rosa. Venus o marte, y además el arquetipo de ser humano: el hombre, claro. Esto ha determinado desigualdades también en la ciencia, en el estudio de las enfermedades y en el análisis de la eficacia de los medicamentos. Estas desigualdades (también el el género, no sólo en el sexo) perduran bien entrado el siglo XXI.

La situación ha mejorado, pero no es suficiente. Hay que adaptar la ciencia a las necesidades específicas de las mujeres, avanzar hacia un escenario de plena igualdad. Este es un asunto relevante para la humanidad entera, entendámoslo YA.

Si esta manera de interpretar la igualdad la hubiese vivido nuestra protagonista en el siglo XIX: Fanny Mendelssohn, hoy, quizás hablaríamos más de ella que de su hermano: Félix.

En el programa 23 de Sonata Fácil hemos hablado de las ideas modernas de Henry David Thoreau, un hombre de principios del siglo XIX; de la música de J.S. Bach, otro hombre bueno del XVIII y de la realidad preocupante que se vive en este nuestro siglo XXI: la Soledad.

Nos hemos hecho un montón de preguntas, algunas muy profundas, como dice el aria de la Cantata de Bach con la que hemos terminado: “siguiendo la atracción de nuestros ardientes pensamientos”, por puro placer diría yo, sin plantearnos límites, convencidos de que el hombre puede ser muy feliz en contacto con la naturaleza y con el resto de los Hombres. Otra vez la música clásica nos invita a frenar en nuestro ritmo. En el día a día, pasan muchas cosas, sin suceder realmente nada, y cuando no hay nada que contar, entonces, llega el aburrimiento. Nos azuza la exigencia de nutrirse de novedades y radicalismos. La vida, ciertamente no va acelerada, va desorientada, inquieta y confusa. Vamos saltando de piedra en piedra, como si camináramos por un jardín atravesado por una senda empedrada con losas, brincando de presente en presente, incapaces de levantar la cabeza y disfrutar del jardín, y de mirar el camino (futuro) que se nos muestra de frente.

Hoy en el programa hemos hablado del sentimiento que se oculta tras la música, de la relación entre maestros y alumnos, de los ritos y las costumbres, de los recuerdos de la infancia.

De todo eso hemos hablado, que no es otra cosa que lo que nos hace felices. Porque es importantísimo percatarse de todo ello. Se es feliz de pronto, por instantes y plenamente, en destellos, nunca eternamente.

La felicidad, como la belleza, se mide por milímetros, por milésimas de segundo, no por espacios sobrecogedores, ni por toneladas, ni en lo eterno o lo sublime. La felicidad se da en miligramos. Mínimamente. Un instante. El sonido musical del vuelo de un abejorro, por ejemplo. Música de Sainte Colombe, ,Lully y Marin Marais, con poemas de Andrés Trapiello, como éste.

El miércoles era el día mundial de la radio. Hicimos un programa pausado. Como el del ambiente del taller de aquella chica, la luthier romana. Todo lo que hacía lo ejecutaba meditando. Olor a abeto y aceite de linaza. Ningún buril pasaba por encima de la madera sin antes decidir el ángulo de ataque, el giro de muñeca y la intensidad y presión de la mano. Me pasé más de una hora mirando cómo sacaba el violín de aquella madera.

El tiempo no cuenta, me repite Jokin antes de emitir. Importa la palabra y la conversación. Además, la música. Y eso es lo que hemos celebrado en nuestro programa número veinte, el lenguaje que compartimos. El rito de la comunicación.

El lenguaje probablemente es uno de los rasgos biológicos más excepcionales del planeta. Pero es tan frágil y rotundo al tiempo, que uno se siente enormemente orgulloso y abrumado de que le llamen comunicador.

"Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito». En 1907 este anuncio en el Times causó idéntica impresión que ahora. Respondieron más de 5.000 aspirantes.”

Quizás hubiera sido bueno añadir a este anuncio de Ernest Shackleton para reclutar a su tripulación: “se asegura buena música durante la aventura y agradable compañía animal”

El extraordinario caso de supervivencia en las peores condiciones posibles de la tripulación del Endurance ha demostrado el valor del trabajo en equipo y el poder del liderazgo para el logro de los objetivos más difíciles. Supongo que la música también ayudaría en los momentos más difíciles.

Responde a la siguientes preguntas:
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-¿Conoces la historia de Frankestein?: probablemente sí.
-¿Conoces quién escribió el libro? (sé sincero): Fue una mujer: Mary Shelley. El libro es de 1818 y se llama "Frankenstein o el moderno Prometeo"
-¿Conoces algún otro libro de la autora? (no presumas, no te creemos)


Mary Wollstonecraft Godwin, Mary Shelley, tiene en realidad otras novelas y escritos de otros géneros, pero fue ésta la que le consiguió la fama eterna. De la primera edición se hicieron un total de 500 ejemplares. Sin embargo, hoy lleva más de 25 millones de copias vendidas. En terminología musical existe la expresión inglesa: “one hit wonder”, algo así como... ¡Toma ya, acerté!. Hemos hecho un programa un poco Frankenstein, con retazos de aquí y allá de la historia de la música, con obras que han conseguido el reconocimiento de masas de compositores que hicieron mucho más que un sólo éxito.

La mayoría de las leyes, derechos y obligaciones que definen la masculinidad o la feminidad reflejan más la imaginación humana que la realidad biológica. Los términos sociales, como etiquetas, portan consigo una gran cantidad de equipaje que sólo tiene una tenue relación, si es que la hay, con los aspectos biológicos. Nuestros mitos culturales asignan papeles masculinos y femeninos, derechos y deberes de un orden humano imaginado. Puesto que son mitos y no biología, aquello que define la “masculinidad” y la “feminidad” debería ser, de una vez por todas, equiparado.

¿La música clásica ha sido un coto privado y exclusivo para hombres a lo largo de la historia? Escasa información que tenemos acerca de compositoras en este ámbito.

¿Un olvido premeditado que coincide con el de la propia desvalorización de la mujer en lo social, político, religioso y artístico, entre otras áreas?

A pesar de los obstáculos y prohibiciones, muchas mujeres han aportando a las artes, aún desde la clandestinidad, sus creaciones, una forma más de “dar a luz” su esencia, aún a riesgo de ser apartadas por ese patriarcado dominante que ha teñido la historia de límites, tabúes e intolerancia. Hoy repasamos los nombres de algunas de estas mujeres.

La música, venida de cualquier época: retumbando timbales, pellizcando arpas o rasgando cuerdas suavemente, no hace otra cosa que cincelar espíritus. Alguien que canta con una voz muy suave parece sugerir una canción de un país distinto y lejano, sin embargo, la melodía se nos hace familiar. Las que hoy traemos a este espacio tienen todas una misma esencia, un mismo significado, que no es otra cosa que nuestra propia alma. Un pequeño elixir de la vida.

A estas alturas del año deseamos el destello temprano de la luz que destrence la niebla, que agite las ramas de los árboles para que caiga de ellos la escarcha de la noche y esperamos ver como el lucero del alba, como una hoja brillante, cae en vuelo, de la fronda más clara, la del cielo, al pasto de los campos que ahora mismo están germinando.

Todo eso se puede acompañar de música impresionista, que se sume a la atmósfera y nuestros sentimientos.

Hoy Erik Satie y comandita.