Siempre olía a legumbres guisadas a fuego lento. A rebozos de harina y huevo en aceite hirviendo. A nata de leche cocida o café recién molido.
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Hasta allí llegaba el ruido de la rutina de cada casa. Llegaba ese ruido y un sonido. Era un sonido de copla, de cante, de habaneras, de zarzuelas… en ellos se escuchaba cantar a las mujeres.
. Ruidos, olores y sonidos de aquellos años que al escapar por las ventanas se enredaban entre ropas y sábanas tendidas en las cuerdas que los atravesaban.
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Lo recuerdo perfectamente. Aquellos huecos…
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Sí, quizás, quizás fuesen un poco grises, pero nunca he visto un hueco gris tan lleno de vida como aquellos patios, aquellos patios de antes…
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Texto y foto: Aurora Espiga.
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Juan nos presenta "Canta y no llores" de M. Penella Octubre 2012 |
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