“De pronto Tomás, mi compañero de piano en el internado, se desplomó en el recreo. A pesar de friegas, de mantas y de los cuidados del médico que al rato llegó, nada se pudo hacer. Hasta bien entrada la noche velamos todos en la Capilla su rígido cuerpo entre madera, cirios y silencio. Despuntaba el alba cuando el Padre Director ordenó marchar a dormir.
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Al poco un murmullo de notas musicales nos despertó. El murmullo se transformó en enorme ola sonora y una luz llegó hasta nosotros. ¡Viene de la Capilla! exclamamos y precipitadamente regresamos a ella, pudiendo ver a Tomas al instante.
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Rodeado de una explosión de luz, estaba haciendo sonar el órgano y la música lo inundaba todo. Cesó la música y regresó la oscuridad, pero los cirios que creíamos consumidos ardían aún. El ataúd estaba abierto. Al acercarnos contemplamos el cuerpo de Tomás. Parecía dormir plácidamente con su sonrisa de siempre dibujada en los labios. Comprendimos.
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Por fin había tocado a Bach en el órgano de la Capilla” (*)
(*) Inspirado en una vieja leyenda mejicana. Texto y foto: Aurora Espiga.
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Juan nos presenta "Tocata y fuga" de J.S. Bach Nov2013 |
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