Las hay que dan miedo. Las tenemos siempre presentes al quedarnos solos en un lugar desconocido no importa que sea de día o de noche. Suenan a tela rasgada, tienen un invisible color gris y nos hacen sentir frío.
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Las hay capaces de pintar. De pintar con mil colores lienzos de agua negra, dibujando sobre ellos arcoíris nocturnos tan inexplicables como bellos. Suenan a fiesta, derraman chispas de luz y nos hacen sentir calor.
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Y las hay también sonoras. Repiquetean sonrisas, algarabías perdidas y tiempo pasado, pero todavía tienen la suficiente fuerza para que sigamos pensando que…
“A la sombra de una sombrilla de encaje y seda
como es muy queda canta el amor…”
Texto y foto: Aurora Espiga.