“Un hormigueo violento se precipitó de su cintura abajo desnudándola de escamas. Un rayo subió desde el fondo de las aguas y dividió su cuerpo inferior en dos mitades. Sintió que se hundía”… “Miró hacia abajo: dos piernas habían sustituido a su cola y en medio un bosquecillo como de algas donde se centraba el hormigueo irradiándose a todo su cuerpo y removiéndolo tumultuosamente. De su piel adentro, donde jamás había sentido nada, se alborotaban fibras, corrían fluidos, aparecían poros, cavidades, conductos, se entrecruzaban cauces, torrentes, cataratas, latidos, mensajes”… “Golpes de aire entraban y salían por su boca, levantando sus costillas”… “Descubría, en contraste con su acuático ambiente opalino, la sutileza transparente y sensual del aire, con las vaharadas… del romero y de la sal marina, de la humedad y de la tierra seca” (Fragmento de La Vieja Sirena – José Luis Sampedro).
El 7 de abril José Luis Sampedro para seguir existiendo marchó. Ha dejado entre nosotros su inmensa, inmensa palabra… pero cuando un faro apaga su voz es terriblemente fácil estrellarse de nuevo contra los acantilados. El destino ha querido que hoy, suene a través de las ondas este Adagio, una de esas piezas de música rotundamente bellas.
Va por ti, José Luis. Texto y foto: Aurora Espiga.
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Juan nos presenta “Adagio” de Albinoni 11 Abril 2013 |
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