Allá por el 78 del pasado siglo emprende su andadura en lo que hasta esa fecha había sido una tienda de ultramarinos. Conservó viejas vigas y una preciosa fachada de madera roja. Su interior, mucho tiempo lleno de un ahumado velo azulado, era puro movimiento, bullicio de palabras, de ruido de loza y de cristal, salvo cuando sobre su muy pequeño escenario la música o la palabra tomaban cuerpo, momento en el cual un respetuoso y casi sepulcral silencio se apoderaba de su interior: La Fídula. Allí unos cuantos de este mi Pueblo Grande, muchos diría yo, descubrimos palabras nuevas y sonidos lejanos… Empezó cerrando dos días a la semana. Más tarde modificó sus horarios y muchos comenzamos a sentir la llegada del final.
Y así ha sido. Treinta y cinco años después de abrir el pasado diciembre cerró para siempre. Al escuchar hoy este melancólico violín los recuerdos se han venido a colocar de golpe delante de los ojos por dentro y por unos instantes, en esta más que fría noche de casi invierno, La Fídula parece cobrar vida de nuevo…
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Texto y foto: Aurora Espiga.
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Juan nos presenta "Lágrimas de cera" con F. Egozcúe y Ara Malikian Nov2013 |
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