Tenía la piel de sus piernas salpicada de palabras inconexas y sobre ellas reposaba una enorme bolsa a la que se abrazaba con las pocas fuerzas que el cuerpo guarda cuando se ha visto en la calle llegar, a solas, las primeras luces del día. Sentada en el vagón, parecía condenada a vivir y resignada a soportar para siempre, una ausencia muy reciente. Al mirarla, un sonido de palabras y música, se hizo de pronto latente a mi alrededor…“adiós, bellos recuerdos del pasado, las rosas de mis alegrías están marchitas…”
Me hubiera gustado decirle que cada año, al llegar la primavera, siempre nacen rosas nuevas. Pero, no fui capaz y en la siguiente estación, marchó.
Texto y foto: Aurora Espiga.
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Juan nos presenta “Addio del passato de La Traviata” de G. Verdi |
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