Sus primero recuerdos del pan se mezclan con los de su abuelo Manuel, el gaitero de Quecedo. Con él iba a la Tabernilla de Población, en burro, a moler el trigo. Entonces en su pueblo había tres hornos: el de los herreros, el de Villamor y el de Paula. La artesa, las varillas, los cedazos o la masera eran protagonistas en esa labor que hacían las mujeres. La masa madre compartida, las medidas a bulto o la torta con la que se pagaba a los dueños del horno son también parte de esa memoria del pan. Los sobadillos que se hacían para las fiestas de invierno, el rosco de chorizo que se comía en Pascuilla, los de Quecedo que lo compartían en las Cuevas de los Moros. Mari dice que es panadera por partida doble. Por lo mucho que le gusta y porque cuando se casó con Julián esa pasó a ser la profesión familiar. Se enamoraron en Tartalés. Recuerda las colas de gente cuando iban a vender pan, los camiones que tuvieron, la leña y la sal. Memoria con miga, memoria del pan.
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Mari: la memoria del pan
Ene2016 |
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