Nos pasa más a menudo de lo deseable. Anda uno de un lado para otro, corre que te corre, intentando llegar a todas partes, cumpliendo compromisos, preparando otros futuros y satisfaciendo deseos y voluntades propias, que pasan y llegan las estaciones sin apenas darnos cuenta.
No sabe uno en qué momento exacto de este sin-parar ha empezado y terminado, casi en la misma jornada, el invierno. Mi ciudad, por ejemplo, tiene estas cosas: que el frio entra de golpe, en forma de bulto rumoroso, sin vientos estridentes que lo anuncien previamente y luego se va como vino, sin pedir cuentas, dejándonos las flores abiertas y ese sol de medio día que quiere caldear la tierra y con ella, y a través de nuestros pies, a nosotros.
Toca pues, parar a reconocer este resurgir y disfrutar de esa inclinación de nuestro Planeta en su giro alrededor del sol que determina eso que algunos vienen a llamar La Consagración de la Primavera.
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Enrique de la Peña: La consagración de la primavera de Stravinski Marzo2019 |
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