"Estoy divinamente" es lo primero que nos dijo Benjamín desde la Residencia de Villarcayo. Desde hace días, no sale de la habitación que comparte con Daniel y lo lleva muy bien. Hay gente, por el contrario, "que echa chispas". Aunque hemos hablado de aquel ataúd azul que llegó en burro a Toba, lo que Jamín nos trasmite es vitalidad. De hecho, hemos quedado que, si todo va bien, vendrá a la emisora el 13 de septiembre con una docena de pasteles para celebrar su 80 cumpleaños. "Lo importantes es que no entre el bicho. Aquí estamos muy bien cuidados". Lo que no imaginaba es que conseguiría hacerle cantar un poco de aquella canción tobesa que dice "el castillo de Toba se está cayendo, una pulga y un piojo lo están teniendo". Los mayores no paran de enseñarnos como afrontar este momento tan complicado. "Estoy encantadísimo" ha reiterado.
Aprovechamos hoy para recordar también la conversación que tuvimos en su casa hace unos años.

Vanesa se presentó en un wasap diciendo que era maestra y escritora. Que vivía en un pequeño pueblo de León, Villalfeide y que en casa "llevamos mucho tiempo escuchando tu programa". También decía que las Merindades y la montaña de León se parecen mucho. El impulso que le animó a contactar no fue otro que el cuento que, por capítulos, estaba enviando a sus alumnos. Eso hizo que la llamáramos y conociéramos algo más de su vida y de la de Jesús, su compañero y máximo responsable de que sean oyentes de "el poder de lo pequeño". Sin recordarlo, hace algún tiempo habíamos leído su receta para una escuela rural que también compartimos. Como maestra preferiría que este curso maltrecho se repitiera y que las familias desobedecieran a la ministra en lo referente a los deberes. También espera conseguir que los niños no aborrezcan la lectura.

Todo comenzó cuando Mertxe Garcia Garmilla trajo a nuestro muro de facebook la historia del tantas veces citado "maestro de Tartalés", Don Juan Manuel Gilmartín. En realidad la maestra era su mujer, Doña Leonor y si su eco llegó hasta nosotros fue por la agrupación republicana que organizó allí. De aquella investigación hace casi tres años (leer aquí) . Supimos entonces que Don Gabino, un elegante maestro que pasaba sus veranos en el Molino Temiño de Puentearenas, era hijo de aquella pareja llegada a Tartalés de los Montes en 1929. Algunos recordábamos a su familia y comentamos la necesidad de localizar a sus hijas. La pasada semana, con el coronavirus como triste mediador, Begoña y Leonor se pusieron en contacto con nosotros. Así que las invitamos a compartir recuerdos y en esta conversación se escuchan algunos. Los 11 veranos que estas niñas pasaron en Valdivielso marcaron su vida. Recuerdan los tomates con sal, las cerezas comidas en árbol, la leche, caliente todavía, que compraban a los obispos, las misas de Don Manolo... Algunos alumnos de aquellos veranos aún recordamos los juguetes con que premiaban el buen trabajo de los niños de aquellas clases que Don Gabino, de modo altruista, impartía en los estíos de los años 70. Los viernes el dictado era de "Vocablos sueltos de ortografía dudosa". Había magia, había pasión docente y había cuplés. Algo que ya habían traído los abuelos en los años 30 a este divino vergel. 

Shuaila era el lazarillo del viejo contador de cuentos. Cada mañana la niña le acompañaba desde su casa, atravesando el zoco, hasta el centro de la plaza, donde le dejaba sentado junto a un puesto de especias.
Con la punta afilada de una rama de cerezo escribía sobre la palma de su mano el nombre de las historias que deseaba escuchar la muchedumbre que se arremolinaba en torno a él y las preguntas que le iban haciendo a lo largo de la narración. Shuaila era para el viejo sus oídos y sus ojos.
Una mañana el viejo presintió que, a su alrededor, nadie escuchaba su relato. La niña le caligrafió con suavidad que la gente se concentraba al otro lado de la plaza alrededor de una caja de madera de la que salían voces y música.
Entonces el viejo cerró la mano y apretó el puño. Y fue así que no quiso escuchar ni ver nada más.

Hoy hablamos con Sarasua, nuestro vecino pintor. Está pasando el confinamiento con normalidad y sin temor alguno pese a la soledad y sus 86 años. Nos habla de "La piedad" de Tiziano. Parece que la pintó casi ciego, suplicando a la Virgen que acabara con la peste. "Tiziano pintó algunos de sus mejores cuadros ciego y Beethoven obras maestras sordo. Es la magia del arte" dijo entre risas. También ha recordado que, en tiempo de pandemia, se escribieron los Cuentos del Decamerón. Relatos picantes que ha recomendado leer estos días. "La libido es parte del equilibrio. Si falta, el cuerpo no puede ir bien". Sarasua sigue pintando cada día y ahora está "reciclando" cuadros que había abandonado. Algunos de ellos con la nieve como protagonista. Con sus numerosos blancos. Sigue aprendiendo cada día también en ese arte al que ha entregado toda su vida. No siente ninguna angustia por el coronavirus. "Estoy viviendo horas extras. Cada día que pasa para mi es una ganancia". Este verano quiere abrir de nuevo su estudio para que, como el pasado año, disfrutemos de sus cuadros. Siempre un placer escucharle. Tomy está un poco más allá, en Valencia. Los paseos por el pasillo de su casa son mejores desde que los acompaña con las fotos que de Valdivielso encuentra en nuestras redes. No es lo mismo pero se agradece. En sus anterior llamada, además de alguna copla de Valdivielso, nos habló de su buena mano en la cocina y le invitamos a compartir receta. Aquí nos enseña a preparar una titaina. Atún, pimientos, tomate y piñones es lo que nos hace falta. Y el buen fuego lento con el que otrora se cocinaba. Tomy recuerda a su tío Gerardo diciendo aquello de: "Ni Franco, ni Franco come mejor" mientras degustaba el guiso hecho a fuego lento en la cocina de Arroyo. También aparece su abuela, tocando la pandereta en fechas señaladas. En estas crónicas del confinamiento, terminamos hoy con Joserra desde el Valle de Losa. Es uno de los usuarios de PROSAME que nos visitó hace unos meses. Se habla mucho de cómo afecta el confinamiento a la gente diagnosticada con una enfermedad mental. A Joserra le sentimos muy bien. Cuando estuvo en la emisora nos habló de su pasión por la radio y aquí lo vuelve a demostrar. Hizo un llamamiento a las emisoras de radio para que pongamos canciones bonitas estos días. A todos nos dedica el "Soledad" de Emilio José.

Desde hace años, cuando llega abril, hablamos con Pepe del homenaje a los presos del penal que organiza la asociación que él preside. El domingo lo hicimos para anunciar la suspensión del mismo y, sabedores de su profesión, para conocer desde la perspectiva de un profesional de los equipos de protección individual como se vive el estado de alarma provocado por la pandemia. Nos contó que en febrero, en la Feria SICUR (Salón Internacional de la Seguridad) a la que acude todos los años, ya no había mascarillas. Critica con dureza a las empresas que llevaron la producción a China por los bajos costes laborales. El otro día un amigo suyo compró una mascarilla quirúrgica a 2,5 euros. Una caja de 1.000 unidades costaba 40 euros hasta hace poco. Él lleva semanas sin guantes, EPI (Equipos de Protección Individual) o mascarillas. No tiene ni siquiera para su familia. Durante el tiempo que le duró el pequeño stock, ni se planteó especular con él y lo que hizo fue repartirlo entre sus clientes. Esta foto es del 14 de abril del pasado año. Pepe (a la derecha) entregando uno de los cuerpos identificados a sus familiares.

A Pilarín le pilló el confinamiento en el pueblo. Había adelantado su llegada porque tenía que cuidar a Luna, su gata. Nos contó que "acribilla al sol" las bolsas del pan y las monedas para prevenir posible contagios. También que tiene que arrastrar a Germán para echarse un baile en la cocina cuando alguna canción le anima a la danza. Que se siente privilegiada pasando estos tiempos difíciles en su pueblo. Privilegio que nosotros sentimos de tenerla de amiga y charlar de vez en cuando con ella. Con esa fuerza y alegría que siempre transmite.

Acababa de comenzar el año de 1665, el de la Gran Peste que asoló Londres y muchas poblaciones inglesas. No era más que una de las tantas plagas que, cual jinetes del Apocalipsis, recorrían toda Europa periódicamente desde los siglos de los siglos. Se dijo que esta plaga de peste bubónica había llegado a Londres durante el año 1664 desde los puertos de los Países Bajos. Las pulgas que la transmitían viajaban en los barcos y, antes de que se decretasen las cuarentenas, aquellos insectos saltarines ya habían desembarcado en los puertos europeos del Atlántico, incluidos los del mar Cantábrico. Tampoco el pequeño valle llamado Valdivielso era un refugio aislado donde la gente pudiera sentirse totalmente a salvo de la peste bubónica o, si se daba el caso, de la peste neumónica, la viruela, el tifus o la difteria. Se daba la circunstancia de que, para bien y para mal, la Ruta de la Lana, o Ruta del Pescado, atravesaba el hermoso valle, con lo que este era paso obligado, cuando no lugar de parada y fonda, para los arrieros y comerciantes que transportaban, no solo el pescado, sino también ricas mercancías de importación desde los puertos de Laredo y Bilbao, y otros, hasta la Villa y Corte de Madrid.

En este contexto Valdivielso era un enclave muy importante...   [Seguir leyendo]

Juntamos aquí cuatro de las voces que estos días festivos han sonado en nuestra radio. Empezamos con Montse, nuestra panadera. Nadie mejor que ella puede contarnos cómo están las cosas por el valle, ella que lo recorre llevando el pan nuestro de cada día. En ocasiones, la reciben entre aplausos "todos manteniendo la distancia necesaria, todos cumpliendo las precauciones imprescindibles". Las fuertes pérdidas que supone la "suspensión" de la Semana Santa tienen como contrapunto el cariño de la gente. No, no ha venido nadie a nuestros pueblos estos días y eso está muy bien. Con Juanmi también hablamos de esta peculiar Semana Santa y de la labor de Cáritas Merindades. Actualmente, están atendiendo a 30 familias necesitadas. Además, atienden a cerca de 40 casas más a las que acercan alimentos, medicamentos o cualquier otra necesidad. Por ejemplo, preparan la comida para un anciano que se ha quedado solo o prestan un ordenador a una familia para que su hijo pueda seguir estudiando. Al final, nuestro párroco reflexiona sobre el miedo a los otros que puede despertar esta situación. Ha incidido en que frente a eso hay que luchar.
Otro que sigue trabajando es Leandro y su familia. Siguen pastoreando su rebaño de ovejas y cuidándolo con mimo. El lechazo es uno de los productos de alimentación que más está sufriendo las consecuencias del confinamiento. Leandro nos cuenta que han tenido suerte, de momento, y que ya están tomando medidas para los próximos meses.
Acabamos con Iñaki, el hombre del valle. Además de músico, es estibador, uno de los sectores esenciales que siguen trabajando. Ahora son los marineros los que más temen el contacto con ellos. Los tiempos están cambiando.