Dulcemente me entregué a ti, vencido y desnudo. Rendido y desmayado entre tu cuerpo, vibrando al compás del ritmo que marcaban tus latidos. Allegro de tus manos, y al acariciarme, resonaba la frontera marcada por la horquilla de tus piernas.

Sentí tus manos deslizarse por mi piel. Mis nervios, como cuerda tensa, encerados, trasmitiendo los impulsos que salían de tus yemas. Ligeramente apoyado sobre tu hombro me moví con los calculados golpes de tu alma y el lento vaivén de tus caderas. Noté a menudo que gozabas, yo también gemía, un sollozo alargado y retenido, expresado y mudo.

Me arañaste y me rasgaste, me golpeaste y estrangulaste, para luego mecerme y apretarme, sin ahogos, hasta sacar de mí lo que yo mismo ignoraba. Te dejé que lo hicieras, como perro fiel, tumbado al borde de tus piernas. Y como tal, sigo esperando a que lo hagas.

¿Y si esto fuera el pensamiento del chelo de Jacqueline Du Pré?.

Al verlas entrar por la puerta de la emisora dije que eran cuatro milenials. Ellas negaron al otro lado del cristal y, ya dentro, me aclararon que por edad serían más bien generación Z. Realmente, por su relación con las tecnologías, están entre una y otra. Que un día gris de enero entren por la puerta de nuestros estudios gente como ellas hacen que la mañana se ilumine. Las cuatro estudian un doble grado (política, relaciones internacionales o derecho) en Madrid. Las hemos denominado como "las sobradillas" por el modo de hablar de su vida académica. Además de lo bien que las cuidan en La Taberna de Cata, lo que más notaron al llegar a Valdivielso es el aire sano que respiran. Hablamos del mundo, del incierto futuro del planeta y de algunos de sus proyectos. Frente al pesimismo de los datos, nos regalaron su sonrisas y una canción compuesta por ellas mismas con la que comienza esta grabación.

Cuando le pregunto por el origen de su pasión musical me habla de su niñez y de aquella enfermedad que le tuvo seis meses postrado en la cama. Me habla de la radio que le hacía compañía y de las canciones que aprendió, recuerda "Las palmeras" de Alberto Cortez o "Esperanza" de Antonio Machín. Aquello le despertó el deseo de cantar, el deseo de empezar a tocar con la olvidada guitarra de su padre. Después vendría Valladolid y la tuna juerguista. Más tarde, el trabajo y las obligaciones arrinconaron su afición sin matarla. El veneno estaba dentro y nunca es tarde para recuperar la habilidad perdida. Incluso mejorarla con maestros como Mariano Mangas. Hace cinco años, después de noches de bohemia en "El Patillas", Dioni, Javier y nuestro Felipe decidieron formar Trio Eldorado y empezar a tocar canciones de las dos orillas del Atlántico. Por aquí y otros muchos lugares hemos conocido sus directos, hemos oído sus voces, sus guitarras y su requinto en clásicos como "Alfonsina y el mar" "Zamba de mi esperanza" o "Luna de miel". El sábado pasó por Radio Valdivielso con su primer disco. Está recién hecho y suena estupendamente. Por 10 euros podéis llevaros 10 canciones clásicas. De momento, en el Chiringuito de Población De Valdivielso, La Taberna de Cata o en sus conciertos podréis comprarlo. Aprovechando la visita, también hablamos de Don Esteban Clemente Romeo, el poeta.

Asun nos dejó la pasada semana. Tenía 92 años y un montón de vivencias que se le iban borrando. Sus saludos alegres cuando pasaba frente a su casa de Quintana los recordaremos siempre. Como las veces que pasó por la emisora y nos contó algunos de los momentos de su vida. También nos cantó distintas tonadas. Hoy, recuperamos algunos de esos momentos en los que recordó como a los 4 años sus padres la dejaron aquí con su tía. Tenía 4 años y procedía de Somorrostro. Del caserío vizcaíno pasó a Valdenoceda. Precisamente, años atrás, su padre había trabajado en la fábrica de sedas. Recuerda haber tenido de maestro a Don Severiano o a la última maestra, Angelines. Siendo niña soñaba con tener una bicicleta y pronto lo logró. Trabajó durante años con Pura, la modista de Valdenoceda, al lado del zapatero. Entre sus recuerdos también aparece el penal, ese siniestro lugar al que acudía cada día para llevar comida a unos de los presos, Manuel Caballero Reyes era su nombre. Nunca se olvidó de él. Me habló de las mujeres de Ciudad Real que se quedaron a vivir para cuidar de sus maridos presos...
En la fotografía de la Fiesta del Orfeón de 1949 Asun está al fondo tocando la pandereta.

Fue un alegría ver a Javier Ruibal recoger el Goya a la mejor canción original por el tema que compuso para la película "Intemperie". No solo porque podríamos decir que un premio Goya pasó por nuestra emisora sino, principalmente, por la alegría de ver reconocido el talento de tan gran maestro y tan buena gente. Para celebrarlo, recuperamos la conversación que en el verano del 2018 tuvimos en los estudios Pedrito Barcina y, además, la acompañamos de dos canciones que Javier cantó en la sobremesa de la cena que tuvimos en Condado tras su concierto. Dos grabaciones inéditas hasta ahora en la red. ¡Felicidades, maestro!

Mi padre vivió en sus últimos años en un estado mental nebuloso. Parecía un crío en ocasiones. A veces, cuando veo a mis hijos, pienso que los niños también viven en un paisaje mental sumamente complejo, espeso, como el camino que baja desde Toba hasta la vega. Luego pienso -y temo- que creemos ganar algo cuando, al crecer, vamos desbrozando ese paisaje del follaje y el desorden exuberante. Y hasta parece que lo conseguimos unos años, pues el bosque nos parece a veces despejado, que entra La Luz por entre los árboles y el camino se hace evidente. Con los años y agotados, la mala hierba y las enredaderas lo desordenan todo de nuevo, y en nada se parece la cabeza a aquel vergel, más bien a un jardín abandonado. Qué empobrecida y desarraigada resulta la vida entonces, sin los sagrados y preciosos recuerdos de la infancia, sin todo aquel verdor.

A mi me gustaría pensar que la última vez que acudimos juntos al Teatro Real vinieron a su memoria, en forma de rama florecida, los brazos de su abuelo rodeándolo, antes de entrar con él al teatro. Y hasta es posible que escuchara en su cabeza la trompa que el abuelo iba a tocar siguiendo la partitura de Don Ricardo (Wagner, claro)

Hoy al hacer el programa he recordado a mi padre. Me colaba con él en ese mismo Teatro. He recordado también al acomodador al que él dejaba algo secretamente en la palma de la mano. Aquel señor de traje azul engalanado, que a mi me parecía un militar de alto rango, me reglaba a cambio de esa moneda una butaca y un programa.

Lo último que escuché con mi padre fue el coro de peregrinos del Tannhäuser. Lloramos los dos un poco al escucharlo. He querido en este programa (el número 50 de Sonata Fácil) llevar al valle aquel mundo de la temprana infancia de mi padre y la mía propia; mis reminiscencias y las suyas. La música como hilo conductor de las generaciones. La música como legado y como memoria común.