Era el tiempo de las tiendas de ultramarinos con tendero y mostradores de madera. En la entrada de una de ellas, la de cerca de casa, allí estaba. Con una ficha y la aprobación de tu madre podías subir en él. Ocurría que además del movimiento el mecanismo aquel, tenía sonido… tenía música, siempre la misma, brillante, vibrante… perfecta para perseguir bandidos a lomos de un caballo de cascos azules.
Crecí.
El caballo de cascos azules desapareció con la tienda, pero nunca olvidé aquel sonido. Con el tiempo averigüé que Mozart había cabalgado conmigo y la 40, este fragmento en concreto, fue la llave que me abrió la puerta del mundo de la para mi eterna Música Clásica. Texto y foto: Aurora Espiga.
|
Juan nos presenta "Sinfonía Nº 40" de Wolfgang A. Mozart Mayo2014 |
|